Hace 100 años, el tejido industrial de una ciudad como l’Hospitalet de Llobregat (la segunda más poblada de Cataluña) era muy distinto del actual. Las fábricas dibujaban el paisaje urbano y una buena parte de la población trabajaba en ellas.
El recinto fabril de la Tecla Sala forma parte de esa arquitectura industrial, característica de la ciudad, que ha podido evolucionar a través de diferentes usos, pasando de ser un referente industrial del sector textil a destacado conjunto patrimonial.
Fachada principal del edificio de la Tecla Sala, proyectado por el arquitecto Claudi Duran i Ventosa (1892). Foto: Natalia Piernas Gallego.
En sus inicios, el primer edificio construido fue un molino papelero (1855-1880) que aprovechaba el salto de agua del Canal de la Infanta, a su paso por el Torrente Gornal. Todo el trabajo que se hacía era manual y era necesaria mano de obra especializada, conocedora del oficio.
Detalle del edificio de la Tecla Sala, la chimenea y el molino papelero. Foto: Natalia Piernas Gallego.
A partir de 1882, la familia Basté, heredera del molino, convierte el edificio en una industria de hilados y tejidos de algodón. La expansión de la actividad industrial conlleva una extraordinaria ampliación de las instalaciones. En 1892 se encarga al arquitecto Claudi Durán y Ventosa el proyecto de un nuevo edificio. Durán, que será conocido como el introductor del hormigón armado en España, realiza un imponente edificio de tres plantas, de estilo manchesteriano, con predominio de los muros de ladrillo visto y las grandes ventanas para entrada de la luz.
Curiosamente, el edificio no será recordado con el nombre de la familia Basté, que mantendrá la actividad industrial hasta 1913, sino con el de la persona que adquiere la propiedad cuando Sucesores de Andreu Basté cierran la empresa: Tecla Sala (Roda de Ter 1886-Barcelona 1973)
Tecla Sala se convertirá en una de la fábricas destacadas del textil en l’Hospitalet. A diferencia de otras empresas del sector, desde sus inicios utilizó la electricidad como energía. Dedicada a los hilados y torcidos de algodón, empieza su actividad con 2.000 husos que llegarán a ser 33.500 en la década de 1960. El censo obrero de 1923 recoge un total de 322 trabajadores en la Tecla Sala, de los cuales 271 eran mujeres, es decir, el 84% de la plantilla.
Publicidad de la empresa Tecla Sala en la Barcelona artística e Industrial (1916)
Trabajé en la Tecla Sala cuando ya no se oía el ruido de las máquinas ni quedaba ningún rastro de la actividad textil. Convertida en una escuela taller para jóvenes licenciados, era difícil imaginar entonces, mirando aquel enorme espacio vacío, las columnas de hierro colado y los grandes ventanales de la fachada, cómo había sido la vida de las personas que apenas unos años antes (en 1979 la crisis del sector textil obligó al cierre de la empresa) se ocupaban de las máquinas que funcionaban en las tres naves del edificio y en los talleres contiguos. Nos adentrábamos en la sociedad de la información, las ideas y los ordenadores eran ahora nuestra maquinaria.
Vista aérea del edificio de la Tecla Sala y el molino (foto de 1991) Fuente: Centre d’Estudis de l’Hospitalet (CELH).
En 1988 el Ayuntamiento de l’Hospitalet compró el recinto fabril para destinarlo a equipamiento cultural. Dentro de la política de recuperación del patrimonio industrial de la ciudad, Tecla Sala acogió diferentes iniciativas como la Escuela Taller del Patrimonio (1990-1993) y otras actividades de carácter cultural y artístico. Unos años más tarde, se convierte en el Centro Cultural Metropolitano Tecla Sala, compuesto por el Centro de Arte y la Biblioteca Central. Además, es la sede de diferentes entidades culturales como el TPK Arts Plàstiques, la Fundación Arranz-Bravo y el Centre d’Estudis de l’Hospitalet.
Exposición en el Centro de Arte Tecla Sala (2013). Foto: Natalia Piernas Gallego.
¿Has trabajo o conoces algún otro ejemplo de arquitectura industrial reconvertida en un espacio para nuevos usos?
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