Hace ya algún tiempo las sociedades se organizaban en torno a las personas de edad. Estas personas proporcionaban sabiduría para poder sobrevivir y progresar. Eran respetadas por todo el grupo. Representaban la memoria de la comunidad.

En la sociedad medieval, los antiguos gremios organizaban jerárquicamente la división del trabajo en torno al aprendiz, el oficial y el maestro. La figura del aprendiz encarnaba el inicio de la etapa laboral, el primer peldaño para ir subiendo, poco a poco, en el conocimiento del oficio que aprendía de oficiales y maestros.

Uno de los factores que ayudó a prolongar la vida laboral de los artesanos fue el descubrimiento de las gafas. A partir de los cuarenta años, por motivos biológicos, el ojo humano tiene dificultad para enfocar los objetos cercanos. Gracias a los anteojos los artesanos que realizaban un trabajo cualificado, especialmente los que se ocupaban de tareas de mayor precisión, pudieron continuar su oficio en lo que se consideraba sus mejores años de vida laboral. Aún está por valorar cuál fue el impacto económico para Europa de este hecho.

La revolución industrial significó una profunda transformación de los sistemas y la estructura de trabajo de la época anterior. Es el paso del trabajo del taller artesano a las grandes fábricas. En la nueva economía fabril, la experiencia siguió siendo valorada porque se entendía que era proporcional a la productividad.

En los años 90 del siglo XX se produce un nuevo cambio en el mercado laboral y se refuerza la cultura de la juventud, de los “jóvenes aunque sobradamente preparados” como nos mostraba la publicidad de una conocida marca de coches. Desde entonces, el mercado laboral ha cambiado considerablemente. Las dificultades para encontrar trabajo alcanzan por igual a jóvenes y a mayores, si bien es cierto que a la hora de descartar un currículum, el factor edad pasa a ser decisivo.

Muchos de mis amig@s, excelentes profesionales, son personas de más de 50 y más de 60 años. De ellos aprendo cada día, me aportan conocimiento, experiencia, sabiduría y me acercan a una sociedad que ha quedado atrás pero de la que hemos heredado lo que somos hoy en día. Quizá no saben de tecnología, ni de redes sociales, pero su mirada sobre la vida es muy lúcida.

Cristóbal Colón, fundador de La Fageda, en una comida con jóvenes emprendedores explicaba cómo había creado su empresa, las dificultades que tuvo que superar pero, sobre todo, aportaba una experiencia vital única, de gran valor para estos futuros emprendedores.

La edad no debería pesar en el currículum como una carga. Algunos de estos amig@s que han sido prejubilados son llamados a la empresa para impartir clases a los más jóvenes, a la manera de los antiguos maestros gremiales. La figura de los mentores, tan en alza hoy en día, también necesita de las personas con experiencia. Son dos claros ejemplos de situaciones en donde la edad se convierte en un plus.

Creo que la edad es una actitud, una forma de enfrentarse a la vida. Con la formación adecuada las personas que han salido del mercado laboral por su edad pueden reincorporarse y aportar todo su bagaje profesional en una nueva empresa.

Internet y la sociedad del conocimiento se abren paso en el mercado laboral actual. Los reclutadores acuden, cada vez más, a los medios sociales para buscar a sus candidatos. Pero no olvidemos que para llegar al entorno digital, al 2.0 hace falta un sólido 1.0 y muchas personas mayores de 50 años lo tienen, es cuestión de sacarlo a la luz y mostrar todo lo que pueden hacer, el valor de su trabajo. Sólo necesitan una oportunidad.

Os invito a leer la entrevista a Ricardo Fisas, fundador de la multinacional Natura Bissé, como un ejemplo de potencial, actitud y talento en los mayores de 50 años.

Ricardo-Fisas

Sé que podríamos encontrar muchos más ejemplos ¿Cuál es tu talento?¿Cuál es tu historia?

[/fusion_builder_column][/fusion_builder_row][/fusion_builder_container]