Desde que empezó la crisis económica el mercado laboral se halla en un estado especialmente convulso. Son muchas las personas que han perdido su trabajo y otras las que se enfrentan a una continua devaluación salarial.
Hablar sobre el valor del trabajo no es nuevo. Grandes pensadores de la economía clásica plantearon la teoría del valor – trabajo que considera que el valor de un bien o servicio depende de la cantidad de trabajo que lleva incorporado. Los economistas Adam Smith (La riqueza de las naciones), David Ricardo (Principios de economía política y tributación) y Karl Marx (El Capital) trataron en sus obras sobre el mercado, los medios de producción, el valor, el trabajo, desde diferentes perspectivas.
Llegados al siglo XXI no dejo de preguntarme cuál es el valor del trabajo en la sociedad actual, en la sociedad del conocimiento a la que nos dirigimos. Me inquietan los comentarios que escucho de amigos, conocidos y profesionales sobre las dificultades en las que se encuentran por la rebaja de los salarios. Realizar el mismo trabajo por una remuneración inferior implica no solo la pérdida de poder adquisitivo sino un difícil encaje emocional.
No sé si os ha pasado alguna vez: tienes un cliente que está contento con tu trabajo, hay una buena relación de confianza, valora tu trabajo pero este año hay un tema diferente, te comenta que sólo podrá pagarte la mitad de tus honorarios (¿y ahora qué hago?) … o bien, acabas de contactar con un posible cliente, entiendes perfectamente sus necesidades y le preparas un proyecto. Todo le parece estupendo, has captado lo que quiere, le envías un presupuesto. Te llama y te dice:
– Tu presupuesto se nos va (silencio) ¿Podrías realizarlo a la mitad de lo presupuestado?
– ¿La mitad del proyecto?
– No, no. Tal como lo presentaste nos gustó. Lo queremos todo.
¿Qué haces? Ante ti un dilema:
a) Aceptar el proyecto a sabiendas que le tendrás que dedicar muchas más horas de las que te van a pagar, pero que en tiempos de crisis quizá hay que rebajar tus honorarios un poco (pero, ¿a la mitad?).
b) Rechazar la oferta del cliente, aunque te pese profundamente, porque lo único que no puedes permitirte es tener pérdidas. Tu trabajo tiene un precio.
Un profesional conoce perfectamente su trabajo, sabe todo lo que hay detrás, aquello que no se ve pero que es fundamental para hacer un trabajo bien hecho. Esa parte que tanto cuesta hacer entender al cliente cuando planteas un presupuesto. De hecho, para muchos profesionales la parte más difícil es precisamente fijar el valor que se merece tu trabajo, esa parte que conjuga lo costes de producción con el valor añadido que ofrecemos con nuestro producto/ servicio.
Una vez que tienes claro tu mercado, tus clientes, cómo te quieres posicionar (y no es por precio bajo) y has conseguido experiencia y buena reputación, es posible que te halles frente a una nueva situación de incertidumbre a la hora de plantear tus honorarios (y desde que empezó la crisis, se han ajustado mucho).
Incluso, en una nueva vuelta de tuerca, podemos hablar de si estarías dispuesto a trabajar sin cobrar (interesante el caso de «los blogueros» del «Huffington Post» porque plantea las nuevas relaciones laborales en el ámbito digital).
Talento, calidad, buen servicio, atención al cliente son palabras destacadas en los medios sociales y en la prensa tradicional. Acaparan numerosos titulares y para algunos son la gran meta a alcanzar. Detrás de esas palabras hay profesionales, y no me refiero únicamente a trabajadores por cuenta propia sino profesionales de la educación, la salud, la seguridad, trabajadores de diferentes sectores que realizan una importante actividad y que ven devaluado su sueldo año tras año.
No creo que una devaluación continuada de los salarios sea una buena receta para salir de la crisis. Recibir una menor remuneración por tu trabajo, a parte de la pérdida de poder adquisitivo que representa, comporta un difícil encaje emocional.
¿Te has encontrado alguna vez en esta situación?
Hola Natalia, buenas tardes y buena entrada.
Sí, me he encontrado en esa situación en diversas ocasiones y, por experiencia, sé que lo mejor es decir NO. Cuando dices sí y estás a disgusto con el precio, el desgaste energético para llegar a la calidad comprometida es tremendo. Personalmente creo que no compensa y es mejor invertir ese tiempo en proyectos en los que realmente puedes dar lo mejor de ti.
Hola Mercedes, muchísimas gracias por tu respuesta. Últimamente me estoy encontrando con este tema en más ocasiones de las que desaría, tanto a nivel personal como por comentarios de otros compañer@s. Estoy contigo en la respuesta dada ante esta situación, porque como bien comentas, el desgaste es terrible si quieres realizar un trabajo de calidad. Por otro lado, sé que hay profesionales que no pueden escoger esta opción porque aunque sean unos mínimos ingresos, los necesitan.
Querida Natalia:
Lo primero que me viene a la cabeza es compartir con vosotras una constatación. Hay una distorsión en lo que llamamos «realidad» (me viene muy bien el ejemplo de «Matrix). Una cosa es lo que se dice y otra lo que se hace.
Me pregunto: ¿Dónde están los empresarios 2.0? Los 3.0 en mi realidad todavía son utopía. ¿Dónde están los que saben y practican estilos de comunicación asertivos, en lugar de gritos y amenazas?¿Los que para mantener su empresa, aprovechan el talento, estimulan el cambio, impulsan creatividad, en lugar de reducir salarios o despedir al personal. ¿Dónde están los que en lugar de aprovechar y normalizar el error, lo penalizan?.
A la pregunta que te haces ¿Cuál es el valor del trabajo?… yo añado ¿Cuál es el valor de la persona? Ambos están estrechamente vinculados como la rueda y el movimiento.
Esta pregunta la dejo en el aire. Quizás alguien se anime y escriba otro articulo.
Gracias Isabel por tu comentario. Sí que es verdad que parece que estemos viviendo en diferentes realidades a nivel laboral. Para l@s que creemos en la persona, sus capacidades, el talento y una nueva forma de hacer empresa, dos mundos bien diferentes se yuxtaponen. Queda mucho todavía de las formas del pasado, pero poco a poco las empresas están cambiando, y como todos los cambios, requieren tiempo y personas capaces de liderar esos cambios.
En más de una ocasión, al hablar del mercado laboral actual y del 2.0, 3.0, con algún amigo/conocido, me miran y me dicen: es una utopía, ¿no?… tal como tú comentas.
El valor de la persona se abre paso lentamente, hay que seguir insistiendo.
Existe un concepto erróneo del valor del trabajo en el ámbito mediterráneo. En mi experiencia laboral como diseñador ya lo percibía por ser una profesión especialmente propensa a esto, pero la confirmación fue en un viaje que hice a Japón.
Allí el respeto por el trabajo de los demás es casi sagrado. Las cosas valen lo que valen dependiendo del esfuerzo y la maestría del autor y la adaptación al mercado se realiza al revés que aquí, es decir, adaptándose el mercado al valor real del producto y por lo tanto, del trabajo.
Un sitio donde la palabra «maestro» alcanza su máximo exponente independientemente de la disciplina choca frontalmente con la política del «más barato» que se ejerce en todo el mediterráneo.
Entiendo perfectamente los problemas económicos surgidos de la crisis, pero lo que tenemos entre manos no es tanto eso como lo que he comentado anteriormente; amén de la casuística añadida de que la mayor parte de los servicios aportados a una empresa, aunque sí podrían mejorar la introducción de mercado o la apertura a otros públicos objetivos, no son imprescindibles «para comer», por lo que debería ser más fácil el «si tengo dinero pago lo que vale».
Lo malo de eso es que los que sí tenemos que comer con ellos somos los profesionales que nos dedicamos a vender estos servicios a las empresas y está en nuestra mano (y en nuestro estómago) el bajar los precios o no según nos rujan las tripas.
Bajar los precios es malo, muy malo, porque a la larga provoca esa bajada en la apreciación por parte del cliente de la calidad de tu trabajo. El cliente mediterráneo no está preparado para pensar que esto es «un apaño» temporal debido a las circunstancias; es más, normalmente suele etiquetarte como el «trabajador de lo rápido y barato» y luego acudir a otros profesionales cuando tiene «ese proyecto» que compensaría el esfuerzo de haber abaratado los precios durante tiempo a modo de deferencia o haberle dado el servicio de la inmediatez perdiendo horas de sueño y fines de semana por ser «un cliente de toda la vida».
Hace tiempo que demando un cambio de conciencia en el empresario español, una modernización encaminada al valor del trabajo, la mejora de condiciones de freelances y por lo tanto una valoración de su propio producto.
Pero claro, para eso debemos ser nosotros los primeros que digamos NO. NO a pagar 15€ por una camisa cuando sabemos que un buen precio son 30 ó 40 mínimo (dar nosotros mismos valor al producto bien hecho) y NO a cobrar por algo 1.000€ si sabemos que vale 3.000 (Saber valorar nuestro propio trabajo y respetarnos como trabajadores).
Y aunque todos sabemos la solución, ésta es complicada cuando la situación económica apremia y como decía antes… todo depende de lo que nos rujan las tripas.
Muchas gracias Luis por tu comentario. Se puede decir más alto, pero no más claro. Tus palabras me han hecho pensar en una frase que leí no hace mucho tiempo que decía «si compras low cost tu salario será low cost». Gracias por compartir tu experiencia, que dice mucho de la importancia de valorar el trabajo.
Interesante debate.
Me recuerda la primera charla que di junto a un catedrático de economía allá por el año 2009. Hablaba que las empresas del futuro deberían valorar e incentivar el valor añadido de su personal, cambiar las estructuras verticales por las horizontales, Con la espontaneidad (e inconsciencia) que me caracteriza, le rebatí que me diera ejemplos sobre qué tipos de empresas lo querrían aplicar. ¿Las familiares? Ni hablar. Los jefes consideran al empleado como un gasto en lugar de una inversión, y lo importante para ellos es poder tener casa en la playa, montaña y de vez en cuando viajar a Andorra o Suiza… a esquiar, por supuesto. ¿Multinacionales? Los dueños (accionistas de todo el mundo) lo que quieren son dividendos a fin de año.
Los autónomos siempre hemos sido un mundo aparte, donde hacemos lo que podemos. Aún a riesgo de que todos estéis en desacuerdo con mi opinión, tendremos que bajar las tarifas acorde con la capacidad (aparente) del cliente, de la misma forma que los asalariados ven como su sueldo neto es el mismo ahora que en 1999, y a ellos no se les ha pedido la opinión ni tienen derecho a negociar.
Nunca volveremos al pasado, el pasado fue mentira, una mentira muy gorda. Este es el mundo con el que nos toca lidiar, y más vale que nos vayamos acostumbrando, porque en mi opinión, irá a peor.
Gracias Nuria por tu comentario. El pasado no puede volver porque todo cambia y evoluciona, y la situación que tenemos actualmente, fruto de muchas actuaciones y decisiones tomadas en época de bonanza económica, es especialmente difícil, planteándose más que nunca la desigualdad social y el fin del estado del bienestar.
Personal asalariado y autónomos se encuentran ante una continuada devaluación de su salario y la precariedad en el trabajo se está adueñando del mercado laboral. Quizá sea el momento de pensar qué podemos hacer cada uno, en su situación concreta para afrontar estos hechos.
Una persona me comentaba en un foro de debate que podríamos revisar cuál es el valor añadido y las ventajas competitivas de nuestro trabajo… podríamos empezar por aquí.
Gracias por la respuesta, Natalia.
Se puede empezar por ahí, por el valor añadido y en qué te distingue de los demás, pero si el cliente no puede pagar más, para lo único que servirá es para llevarte, quizás, más trabajos, pero todos a menor precio.
Economía de guerra, se le llamaba a principios del siglo XX…
Hay que confiar en que podamos encontrar alternativas y clientes dispuestos a pagar por el valor de tu trabajo.
Excelente reflexión Natalia.
He llegado aquí gracias a la curación de contenidos de la amiga Mercedes Hortelano (un abrazo 🙂 )
Estoy completamente de acuerdo con todo lo leido, tanto del artículo como de los comentarios.
El llegar a estos precios actuales, también es un efecto en donde los sueldos han vuelto a la realidad española. Han subido más los precios y costes que el valor productivo del trabajo, y nos encontramos con que con los suledos de hoy (para mí equivalentes a los años ’90) y la capacidad laboral (excedentes de personas trabajando en sectores que solo eran humo) hacen que actualmente se aproveche la posición de crisis actual para defender ‘ciertos’ pagos.
Solo hace falta ver las balanzas de coste productivo – cargas salariales, se han multiplicado por 3 en solo 10 años (se paga menos por más trabajo), así entienden ellos la competitividad, que mezclan con la productividad, vamos el mundo al reves.
Si me aceptais una opinión, cuando clientes me llegan con estas posturas intento generar un clima de win-to-win, por poco que paguen. Valoro su esfuerzo de inversión y lo planteo con mi esfuerzo por trabajar con él. Se llega a un termino medio y si es viable para los dos, adelante. Si alguno pierde volvemos a replantearlo. Si es inviable lo dejamos para más adelante, si no que encuentre alguien que este dispuesto a perder.
Se ajusta su inversión a nuestro poder de productividad. Existe un break-even point que nunca se debe rebasar. Estamos en nuestro derecho a que si no es viable entienda el NO. ¿Acaso cuando va al ‘super’ le dejan salir regateando el precio?, pues es una de las respuestas a objeciones que le planteo. Todo tiene un valor, y se debe pagar por el.
Se debe de ajustar necesidades con productividad. Si no lo entiende, entonces si que no vale la pena continuar hablando, que por lo que he leido algunos clientes entienden que negociar es regatear. Cultura del siglo XIX en pleno XXI.
Saludos y un placer poder conversar con gente como vosotros. Gracias 🙂
Hola Jordi!
Muchas gracias por tu comentario. Me parece muy acertado y refleja muy bien la situación en la que nos encontramos actualmente.
Generar un clima en que ganemos todos, tal como planteas, sería una buena solución a este tipo de situaciones. Como bien dices: «todo tiene un valor y se debe pagar por él».
Me alegro de saludarte y gracias también a Mercedes Hortelano y su curación de contenidos.
Todo esto podría resumirse con esta imagen:
http://thecoolruler.blogspot.com.es/2014/02/trabajo-barato-mala-calidad.html
¡Hola, Alberto! Muchas gracias por compartir esta imagen como síntesis de todo el post. Sin duda, un buen trabajo no es barato y el trabajo barato no es bueno. Me ha gustado descubrir tu blog que también habla sobre mercado laboral y trabajo. Saludos!